Acababa de regresar a Ecuador de un viaje en el extranjero que fue bueno por un tour de 4 días y 3 noches. Una semana después estaba yendo a Green Forest EcoLodge en el Cuyabeno. No recuerdo mucho hasta el momento en que comenzó el paseo en canoa... Un lienzo verde con salpicónes brillantes de color de los pequeños animales viviendo libres y felices. Me siento en otro mundo mientras navego en el sedoso río y de pronto, una sorpresa, una familia de monos ardilla saltando a través de las copas de los árboles tratando de no ser vistos por toda la gente en las canoas que tratan desesperadamente de verlos.
A medida que avanzamos por la tupida selva, vemos aves de todos los colores y formas, una anaconda enorme enroscada a un árbol, un peresoso sonriente, nutrias y un par de delfines, no los rosados, pero delfines después de todo. Una especie de letargo inyecta cada átomo de mi cuerpo y me siento mareada. Una imagen viene a mi mente y un sentimiento: es un retrato enorme de mí misma como una ceiba y soy vieja, tan vieja como el universo. Las ramas del yo/árbol son pesadas y livianas al mismo tiempo. El tiempo ya no es, es inexistente.
Y de este sentimiento de paz infinita surge el conocimiento arquetípico, un conocimiento arcaico abriéndose como una flor de loto al amanecer: la vida es una manifestación de algo grandioso, algo que mantiene todo conectado y armonioso. Lo llamé la Gran Red y justo después de que esta palabra resonara otro conocimiento despertó de un sueño de mil años: la mente humana ha olvidado su conocimiento heredado, ancestral y arcaico, y la red digital le ayuda a olvidar más rápido. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudar?
Escribe esto dijo el Yo/Árbol.